Dijimos que no nos queríamos quedar nunca más encerradas en este ascensor.
Dijimos que preferíamos quedarnos para siempre en
planta baja
si eso era lo que hacía falta para preservarnos.
¿Te acordás?
Dijimos que
íbamos a confiar en la
posibilidad
de encontrar otras formas de subir
una bandada de pájaros que nos lleven
alfombras mágicas
barriletes
globos aerostáticos
cañones de circo
saltos
improbables con
garrocha el lomo
áspero de un dragón
o en el
peor
de los casos
alguna escalera.
Contemplamos todas esas opciones.
¿O no?
Y todas nos parecieron mejores
que volver a subirnos a ese ascensor.
Todo eso dijimos
después de la última vez
y de la anterior
y de la anterior.
Pero luego
cuando el telón metálico está a punto de cerrarse por completo
haciendo
desaparecer
a los actores un
espíritu te posee
tu mano independiente de nuestras convicciones se alza los
dedos detienen en el momento justo el movimiento de las puertas
en un gesto de Indiana
Jones impidiendo
nuestra salvación
el prisma se despliega
ante nosotras nuevamente
adentro
los actores observan
con fastidio nuestra ruptura intempestiva de la cuarta pared uno
de ellos presiona sin
embargo el botón
para dejarnos pasar
pregunta
a qué piso
y yo
que no entiendo qué hago metida de nuevo ahí adentro
después de tantas sesiones de terapia después
de tantos poemas
de tantas clases de yoga
no tengo ni idea
de qué contestar.