Pequeña fantasía diurna

Pregunta Paulina cuál es nuestra fantasía diurna. A continuación, explica. Una fantasía diurna es eso con lo que flasheás cuando vas caminando por la calle, o subida al colectivo, o en la cola del rapipago, o mientras limpiás restos de comida de la bacha. Procede entonces a contar que su fantasía diurna es subirse a un escenario y cantar con la voz de Ella Fitzgerald, y que el público estalle.

Como concepto es interesante, hasta ahí, todo bien. Pero por supuesto, este es otro texto autorreferencial y como cualquier otro asunto, el de las fantasías diurnas sólo me interesa en la medida en la que pueda pivotear sobre ellas hasta volver a desembocar nuevamente en mí misma. El problema es que mis fantasías diurnas son aburridísimas. Inclusive las sexuales, que jamás sobrepasan los límites trazados por las marcas de mis suaves y apenas dolorosos mordiscos en la piel de mi afortunada víctima.

Pero la verdadera confesión es aún más vergonzosa. Y es que la verdadera fantasía, la única posible, no debiera ni siquiera ser considerada tal. La escena que se proyecta en mi mente cuando miro por la ventanilla del 146 camino al trabajo es el sueño de tener una casita, de perfeccionar la motricidad fina pero no para tocar a alguien, sino para plantar y mantener mi propia huerta y mis árboles de palta y de pera y mis plantines coloridos en el balcón que da a la calle.

En ese hogar, entonces, yo podría levantarme un domingo como hoy a las nueve, diez de la mañana. Horario prudente pero cómodo. Me sentaría en mi inodoro sin antes constatar que la tapa haya quedado baja. Sacaría de mi biblioteca de madera clara el disco Revolver, lo posaría con reverencia en mi tocadiscos que por alguna razón en la fantasía diurna se me aparece rojo y retro, y movería hacia él la aguja. En la cocina, molería granos frescos de café y los echaría en mi máquina de espresso italiana sin dejar de oír, gracias al ambiente amplio y luminoso con concepto abierto que sería a la vez cocina, comedor y living, la voz de Lennon.

Please don’t spoil my day

I’m miles away

and after all i’m only sleeping.

Y si afirmo que esta no es una fantasía es porque hay alguna parte mía que todavía, después de cuatro años de Macri, después de tantos documentales sobre el daño irreparable que le estamos haciendo al medio ambiente, después de tantas entrevistas de trabajo frustradas donde parece que sí, pero al final no, y la bola de ansiedad acumula nieve y los rechazos se van sintiendo cada vez más personales, después de todo, todo eso, hay una resistencia celular, microscópica, que cree, todavía, que este tendría que ser, que este es un sueño posible.

Para cuando el 146 llega a la Facultad de medicina, mi tostadora cromada está revoleando mis panes hechos, apenas doraditos pero bien calientes, cosa que la manteca resbale en su superficie y se derrita. Las unto también con mermelada que hice con las peras de mi árbol, las cargo en mi bandeja de desayuno junto con mi espresso y salgo al balcón. Desayuno apoyada en la baranda que da a la calle mientras miro a la gente que pasa sin detenerme en ninguna, pero observando a cada uno de sus perros. Desde adentro el tocadiscos sigue reproduciendo el álbum más perfecto de la música toda.

Turn off your mind, relax and float downstream

It is not dying

it is not dying.

Deja un comentario