Aguantar

Este es un relatito que escribí hace bastante y que leí en el último Slam de poesía oral de Rosario, donde salí tercera. 

 

 

Me acuerdo con precisión del día en que se me cayó la pierna izquierda. Habrán sido las siete y cuarto, siete y media de la tarde. Yo venía corriendo por el cantero central de Oroño, pensando en qué cocinar esa noche cuando llegara a mi casa. Me decanté por una tarta de espinaca con mucho queso.
Y entonces pasó.
Con el click de una pastilla que es expulsada de su blíster, mi pierna izquierda se liberó del resto de mi cuerpo y cayó.
No sentí dolor. Sólo un ligero hormigueo y una honda extrañeza. Algo que siempre había sido parte mía ya no lo era.
Como ciudadana responsable que cuida la higiene de la vía pública, recogí mi pierna, me la eché al hombro, y cargándola volví a mi casa a los saltos.
Esa noche, mientras el queso de mi tarta burbujeaba en el horno, volví a colocar la pierna en su lugar, sujetándola con cinta scotch.
«Así va a aguantar un tiempo», le dije a mi perra.

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