Dos poemas orales

Esta semana leí dos textos míos en público por primera vez. Fue en el marco del Slam de Poesía Oral de Rosario – Copa Feto Poeta y, aunque estaba nerviosa por leer, la pasé muy bien y leí junto a mis compañerxs del taller de escritura que también llevaron sus textos. 

Los poemas que leí los escribí específicamente para leer en el Slam, ya pensando desde el principio en la oralidad: tenían que ser textos que se pudieran leer en menos de 3:20 minutos en total (regla del Slam) y tenían que ser entretenidos de escuchar. No eran textos para leer desde un papel o una pantalla. Sin embargo, como gané el primer lugar en el Slam y recibí críticas positivas, decidí subirlos. A continuación, los dos textos:

 

Milanesa

¿Pero con quién se piensan que están hablando? Yo no soy una ridícula que le dice pastaflora a la pastafrola. No soy una militante del impuesto a la queja.
A ustedes les hablo.
A los reidores. A los escupidores.
A los vomitadores de humo de cigarrillo y aliento a mate de oficina.
A los curadores del mausoleo de lo provisorio.
A los que tienen una alarma en el celular para acordarse de tomar la pastillita del monotributo.
A los recalentadores de viandas de autoayuda.
A los que gustan de vislumbrar genitales ajenos a través de una ventana de incógnito.
Ustedes podrán haber sido así toda su vida, pero mientras estén en esta casa, a mí el pelo no me van a tomar.
Les digo más: el mundo puede estar hecho por personas como ustedes para gentes que no son como yo. Pero yo no saqué los pies de la cama para venir acá a que me hagan esto.
Yo no vine a contemplar desde afuera lo absurdo de la existencia. Yo vine, escúchenme una cosa, yo vine a sacar la cara por la ventanilla. No vine a pedirle perdón a las baldosas por haberme tropezado con ellas. Vine a tirarle cascotazos al Mc Donald’s como vos, como él, como cualquiera de ustedes. Vine a hacer pogo hasta que se me caigan los anteojos.
Yo sé que bailo mal, pero miren, yo no le pongo glitter a los fideos como si se tratara de queso rallado.
La verdad de la milanga es que frita es muchísimo más rica, así que no me pidan que me meta en ningún horno.
No me pidan que me seque.
De eso ya se encargaron ustedes.

Para mí

Generalmente no es lo más trágico del mundo carecer de habilidades sociales o de un abdomen plano, pero a veces…
A veces mi llanto es una sábana blanda que me arropa hasta que me duermo, exhausta y congestionada. A veces, las lágrimas no me brotan de los ojos sino de la garganta, de las vísceras, de los nervios.
La piel está sembrada de llanto y ya va a florecer.
Pero aunque sea ilícito, me amo a mí misma mucho más de lo que me odio.
Y cuando rebalso de desprecio y repugnancia, el amor es igualmente incontenible, como una teta en un corpiño muy pequeño o como esta panza, que nunca está chata sino llena, siempre llena de cosas ricas para mí.
Para mí, que todo lo valgo.
Por la que hay que sorber mocos y tragar saliva.
La que corre una maratón como si nada, cada vez.
La que mejor me cocina.
Por mí, todo es por mí.
El universo me pertenece: es un invento mío.
Y ningún sacrificio ha sido en vano.
Por mí, lo que sea.
Me arremango y arranco los yuyos.
Con el mismo pulso ordeno o incendio la casa.
Me saco a pasear a la otra punta del mundo si es necesario, sólo para saciarme el capricho de saber qué olor tiene el Upper East side (en mayo, a primavera).
Y nada ha sido en vano y a veces, cuando las voces gritan, parecieran tener razón.
Pero no.
El amor es la panza llena.
El amor es no forzar.
El amor soy yo.

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