Cinco minutos más de sueño. Un último esfuerzo y después vacaciones. No leas los comentarios. No vale la pena discutir con esta persona sobre este tema. Última porción/bocado/trago y basta. Mañana empiezo.
Son los mantras de la negación, las profecías autocumplidas que no se cumplen y se transforman en placebos para el espíritu.
Dimensión tediosamente inevitable e inevitablemente tediosa de los asuntos humanos, los mantras rodean la vida apresurada de las personas como anillos de un planeta. Lo ritual adquiere en ellos un carácter sintético y vano, fulgoroso pero polvoriento. La repetición funciona allí como un arma de doble filo: el mantra no sirve si no se lo repite; sin embargo, dar vueltas y vueltas por los anillos de Saturno como en una pista de carreras no nos lleva al centro del planeta.
Conozco tan bien a los mantras que, viéndolos a media cuadra de distancia, podría reconocerlos, nombrar a cada uno y hasta sería capaz de identificar si caminan en dirección a mí o si se alejan.
Mi mantra preferido es uno que dice “ya fue”. Él viene a mí en momentos de desesperación. No trae soluciones. No me acerca al centro, sino que se hace jet pack y me eyecta hacia el espacio exterior a la velocidad del sonido.
Primero se infiltra, apareciéndose en mis sueños y en mi tiempo como una posibilidad. No habla muy fuerte, es apenas una vocecita suave y tímidamente seductora que me va susurrando, al principio en modo interrogativo: “¿…y si ya fue?” (vale la redundancia de internalizar el mantra según el cual no conviene hacer de la duda un mantra).
Luego, la voz se retira a tomar impulso, y reaparece con renovado ímpetu golpeando las puertas y las ventanas de mi ser. El grito estalla cuando mi cordura está a punto de hacer justamente eso y la voz se vuelve imperativa, como si quisiera decirme “¡te ordeno que ya fue!”.
Lanzo entonces por el aire los papeles, las lapiceras rebotan en el suelo con sus puntas dos o tres veces antes de recostarse definitivamente en él. El mantra me invita a una cerveza y el efecto placebo me distrae por un segundo más en el que inhalo oxígeno, lleno mis pulmones con él y exhalo suspirando “ya fue”.
Laura