Ideas

Hace unos meses empecé a hacer un programa de radio todas las semanas, lo cual, estoy descubriendo, consume cierto tiempo. Por ese motivo, no pude dedicarme mucho a escribir cosas realmente interesantes para subir acá. Sin embargo, sí escribo ideas breves sobre cosas que pienso/siento/vivo, y se me ocurrió dejar acá un par, a ver si a alguien le genera algo (bueno o malo, no importa).
Ahí van:

Pantallas
La chica que se persignaba frente a las pantallas se había olvidado de pensar. Se había olvidado por muchos años de hacerlo, hasta el punto en que creía que pensaba, pero no. La chica que se persignaba frente a las pantallas era yo en algún momento, pero después dejé de ser yo. Ahora me acuerdo de pensar bastante seguido. Si no es todos los días, por lo menos dos o tres veces por semana lo hago, que es lo recomendado por los médicos. Y las médicas, porque ahora pienso, y entonces sé que hay médicas también.
La chica que se olvida de pensar es hoy una compañera de la escuela secundaria que antes se acordaba y tenía el hábito de pensar un poco más. Pero las cosas han llegado demasiado lejos con esto de que las pantallas se multiplican a un ritmo vertiginoso y hay que estarse persignando casi constantemente, cada vez que aparece una, cada vez que alguna otra emite sonido, porque además son sonoras las pantallas, y así queda poco tiempo para pensar.
Sin embargo, y ésto es algo que también hay que recordar, pensar sigue siendo gratis. No nos cobran por hacerlo.
La persona que se persigna constantemente se va convirtiendo en una nube, hasta que un día esa persona se larga a llover y uno no sabe si empaparse de su jugo gris o correr a refugiarse bajo un techo. Hoy, yo elijo darle pinchazos a la lluvia con la punta de mi paraguas.

Paciencia
Por lo general sé esperar a mi turno para hablar. Para pensar. Para sentir. Para ser. Sé cuántos granos de arena tienen que pasar de un lado al otro del tiempo para que yo pueda decir, y mientras los cuento, planifico lo que va a pasar una vez que haya caído el último. Pienso en cómo voy a actuar. Trazo mapas. Las manecillas dan vueltas como los ventiladores y las ruedas y los ojos de la gente que no entiende o que no quiere.
¿Puede uno cansarse de ver pasar los soles y las lunas de distintas formas y colores esperando su turno para poder?
Sucede a veces golpear una puerta y que no te dejen entrar. Golpear de nuevo. El cartel dice “golpee y será atendido”. Mientras chorrean cera líquida las velas y los cigarrillos se convierten en cenizas, me pongo a pensar que a mí, en realidad, me gustaría más ser atendida que atendido. Pero que bueno, es lo que hay. Igual alguien va a abrir y eso quizás sea suficiente.
No abren.
¿Por qué?
Pido entonces una explicación y mi atrevimiento se encuentra con una mano que dice “pare” o dice “no”. Tal vez incluso diga “basta”. En todo caso, mi explicación no llega y la chispa de la mecha se va acercando a la dinamita.
Al fin la hostilidad recibida me gana, y sin solución de continuidad, me vuelvo hostil yo también. Me canso de esperar el turno abstracto y revoleo el tablero en el aire. Piezas del juego flotan por doquier en ese instante que se demora mil años en caer. El sonido también invade el momento de la locura con sus gritos que salen de mi garganta como lanzas a toda velocidad, pero sin dirección precisa. Las lanzas se pierden o se desvanecen en el aire enrarecido de la entropía y de la impaciencia.
Ahora al menos hay certezas. Ahora sé que quien salga a abrir la puerta vendrá a decirme que eso estuvo mal y que hay que saber esperar a que a uno le llegue el turno para poder.

Espero que a alguien le gusten estas cosas raras, ya que son lo que más disfruto escribir, porque son ideas libres, más surreales, en el sentido de que me doy la libertad de anotar los pensamientos en el orden que vienen, en lugar de planificar el desarrollo de las cosas que quiero decir.

Laura

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