No me digan «feliz día»

Cada 30 horas una mujer es asesinada en Argentina. ¿Todavía te parece que el Día de la Mujer es una fecha para celebrar? ¿O para regalos? Retrocedamos un poco.
El 25 de marzo de 1911 un grupo de más de cien trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York murieron durante el incendio de la planta. Las asalariadas se habían encerrado en el edificio exigiendo mejores condiciones laborales y no pudieron evacuar las instalaciones porque los responsables de la fábrica habían cerrado todas las puertas de las escaleras y salidas, una práctica común para evitar y reprimir movimientos obreros. Este suceso fue uno de los determinantes en la resolución de conmemorar el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, que se oficializó en 1914 en algunos países de Europa y se expandió al resto del mundo en el primer cuarto del siglo XX. Como será fácil advertir, esta fecha no nace como celebración de aquello que la cultura ha dado en considerar “femenino”, sino que surge en un contexto de luchas y búsqueda de reivindicaciones por parte de una gran porción de la población que es vulnerada.
Hoy en día el mundo es un lugar muy distinto al que era a principios del 1900, y nada podría ser más natural que esta diferencia: un siglo ha transcurrido y el tiempo no pasa en vano. Quizás sea por eso que muchas personas consideran que las desigualdades entre hombres y mujeres son cosa del pasado y que el machismo ya no existe; aquellas personas vuelvan a leer la primera frase de este texto y luego estaremos en condiciones de dialogar.
La significación que reviste esta cifra de femicidios excede ampliamente los límites de una breve entrada en un blog: 295 mujeres fueron asesinadas en Argentina en 2013. Un aspecto interesante a analizar en este contexto es la forma en que los medios tratan esta información. El portal web de la agencia de noticias Télam publica la noticia usando como titular la frase que yo tomé prestada para iniciar este texto. A continuación del título, ubica esta bajada:
«Un informe de La Casa del Encuentro reveló que en 2013 se produjeron 295 femicidios, la mayoría de ellos cometidos por parejas o ex parejas de las mujeres en las casas de las víctimas, un crimen que dejó huérfanos a 405 niñas y niños.»
El enunciado hace hincapié en la cuestión familiar, en el número de niños que se quedaron sin mamá debido a los femicidios. Porque, claro, la cantidad de hijos es un indicador clave del valor de la vida de una mujer y por lo tanto, su muerte sólo pesa tanto como los huérfanos que ésta deje. Ahora bien, no estoy diciendo que la situación de esos chicos no sea preocupante ni mucho menos intento menospreciar el dolor que ellos han de sentir. Pero si los niños que se quedan sin mamá por causa de un femicidio son importantes, no lo son en mayor medida que las mujeres que se quedan literalmente sin vida por este motivo. Esta equiparación de la femineidad con la maternidad sin duda es una prueba de que el sexismo persiste en el siglo XXI: en las estadísticas de homicidios masculinos no se suele dar tanta importancia a la familia de la víctima.

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Pero lo más alarmante de esta cifra de femicidios es que ni siquiera alcanza a reflejar el problema de la violencia de género en su totalidad. Cuando la sociedad en su conjunto concibe (de manera consciente o no) a la mujer como un objeto, un mero instrumento para llegar a determinados fines, que puede ser intercambiado por otros objetos de toda índole, se desencadenan consecuencias atroces que van desde la violencia mediática y el acoso en la vía pública hasta las violaciones, estas 295 muertes y la trata de personas.
En definitiva, son problemáticas como los femicidios las que gestaron el Día de la Mujer. No quiero decir con esto que debamos tomarlo como una fecha de luto y tragedia, sino todo lo contrario. Es deber de todos (mujeres y hombres) luchar para que este tipo de tragedias dejen de suceder. ¿Cómo hacerlo? Empezar a tomar conciencia acerca de las cuestiones de género es un paso importante, pero no sirve si es el único que se da. Es asimismo fundamental que nos solidaricemos con estas luchas asistiendo a actos, marchas, debates por el Día de la Mujer (ahora me toca reconocer que hace casi un año que no voy a una marcha; la última fue el Día de la Memoria de 2013), en lugar de ir al Shopping a hacer compras con un descuento especial por nuestro día. No tiene nada de malo querer aprovechar un precio rebajado, pero recordemos que los verdaderos descuentos en realidad sólo se hacen cuando quedan productos viejos en stock de los que hay que deshacerse. Lo que hay en estas fechas comercializadas no es más que el truco de colocarle a un producto un precio más caro tachado para fingir el descuento (lo he comprobado en negocios de ropa y zapatos de Rosario).

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Hay que tener en cuenta también que comprometerse con esta causa no debería implicar un prejuicio sobre aquellas personas que no hagan lo mismo. Esto es particularmente difícil de lograr, pero nadie puede juzgar a nadie por comprar algo con descuento, o por festejar el día con amigas, o por aceptar un “feliz día” sin dar un discurso sobre las luchas del género femenino. Éste es también el día de esas mujeres, y pueden hacer con él lo que tengan ganas. Pero si somos plenamente conscientes de lo que realmente representa esta fecha, es menos probable que nos den ganas de festejar y más probable, espero, que sintamos la necesidad de gritar “¡Basta!”, de ponerle un freno al sistema consumista que pretende acallar nuestros gritos con regalos, flores y felicitaciones vacías.
Como ya expresé, no puedo obligar a nadie a pensar como yo, pero sí espero que, después de leer ésto, las realidades que menciono te hablen por mí.
Laura

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